GIGANTES, DE ENRIQUE URBIZU
No escucharás decir a Enrique Urbizu que Gigantes es “una película de seis horas”. “Es un buen serial y como buen serial es imprevisible, arriesgado, debe rozar lo imposible y ser verosímil”: así define el guionista y director bilbaíno su serie para Movistar. Así y mejor: “es un festival de hijos de puta”. Una frase que bien podría utilizarse en la campaña promocional de la serie. La de Gigantes es la historia de la envenenada herencia de los hermanos Guerrero (Isak Férriz, Daniel Grao y Nene), traficantes, payos y familia. No necesariamente por ese orden.
El Saturno devorando a sus hijos de Goya aparece como metáfora (arriesgada y rozando lo imposible, pero verosímil) en un primer episodio que podría titularse “El de José Coronado”. “Necesitábamos fundar esa dinastía”, cuenta Urbizu del tremendista comienzo de la serie, una presentación de personajes en la que conocemos al temible Abraham Guerrero (Coronado) y vemos “cómo mutila a los tres hermanos”. Algo que también funciona como guiño. “Es casi metalingüístico, él dándoles el testigo a sus hijos. Algo así también se ha respirado en el set”.
La mitología de la delincuencia, un entorno de machos alfa, porque “el mundo de la delincuencia es esencialmente masculino”. Masculino y atemporal, como Gigantes. “Si pasas por Cascorro y no miras el teléfono no sabes en qué época estás. El bar Santurce está sin tocar. Ni lo limpiamos para rodar”, cuenta Urbizu del rodaje de la serie en el centro de Madrid. Ahí se deja ver Abraham Guerrero con su traje de tres piezas y su melena negra porque “sólo si eres el puto amo te puedes sentar así en plena calle”. Otra estampa icónica de Gigantes, ese festival de hijos de puta.